lunes, 11 de julio de 2011

Momotaro

 El cuento de Momotarō


Hace mucho, mucho tiempo, en algún lugar vivía una pareja de ancianos. Un día el anciano salió a la montaña a recoger leña mientras que la ancianita fue al río para lavar ropa, en eso vió un enorme melocotón que bajaba por el río, aguas abajo. Ella lo recogió y se lo llevó a casa. El anciano al llegar a casa se sorprendió al ver tan enorme melocotón! y dijo: “¡Qué melocotón tan grande!, ¿lo cortamos? y la anciana contestó: “¡Sí, vamos a cortarlo!”. En ese momento el melocotón empezó a moverse y de su interior salió un niño. Los ancianos se sorprendieron al ver a un niño salir de aquel enorme melocotón, y a la vez, una gran alegría los embargó al ver en él al hijo que no tenían. “¡Lo llamaremos Momotaro! porque nació de un “momó” (Melocotón).
Momotaro comía mucho y creció fuerte y robusto, nadie podía rivalizar con él, pero había algo que preocupaba a los ancianos, éste no pronunciaba ni una sola palabra. Por esos días unos demonios estaban causando alboroto y cometiendo fechorías por todo el pueblo. Ante eso, Momotaro pensaba dentro de sí: “¡Esta situación no lo puedo tolerar!”. Un día, de repente comenzó a hablar y dijo a sus padres: “¡Voy a subyugar a los demonios! Por favor ayúdenme con los preparativos para mi salida.” Los ancianos se quedaron sorprendidos al escuchar por primera vez la voz de Momotaro. El anciano, tras reponerse de la sorpresa, se dirigió a Momotaro diciéndole: “Hijo, es mejor que desistas de hacer cosas tan peligrosas”. Pero los ancianos al ver la determinación de Momotaro, decidieron ayudarle en lo posible con su empresa. Le entregaron ropas nuevas y de alimento la ancianita le había preparado “kibi dango” (bola hervida de harina de mijo, parecida a una pequeña albóndiga).
Momotaro partió hacia la isla de los demonios. Los ancianos rezaban a dios para que su hijo se encontrara sano y salvo. Este se encontró en el camino con un perro. El perro le dijo: “¡Oiga! Déme un “dango” por favor. Si me lo da le ayudo”. Momotaro le entregó un “dango” y empezaron a caminar juntos. Momentos después se encontraron con un mono, el cual pidió a Momotaro lo mismo que el perro. Momotaro tomó un “dango” y se lo entregó, y los tres empezaron la marcha nuevamente. En el camino a la isla, encontraron a un faisán, el cual pidió lo mismo que los anteriores y se unió al grupo. Pasaron unos días y llegaron por fin a la “Isla de los demonios”. El faisán realizó un vuelo de reconocimiento y al volver dijo:”Ahora todos están tomando Sake (licor japonés elaborado con arroz)”. Momotaro pensó que era una buena ocasión y dijo:”Vamos”. Pero no podían entrar porque el portón estaba cerrado. En ese momento el mono saltó el portón y abrió la cerradura. Los cuatro entraron a la vez y los demonios quedaron sorprendidos al verlos. El perro mordió a un demonio, el mono arañó a otro mientras que el faisán picoteaba a un tercero. Momotaro dio un cabezazo al jefe de los demonios y le dijo: “¡Ya no hagan cosas malas!”. Los demonios contestaron: “¡Nunca más lo haremos!, ¡perdónanos!”. Momotaro los perdonó y recobró el tesoro robado, volviendo a casa sano y salvo con sus amigos muy contento de haber realizado su sueño.







(桃太郎, Momotarō) es el protagonista de uno los cuentos tradicionales más famosos de Japón. Cuenta la historia de una pareja de ancianos que no puede tener hijos y un día son bendecidos con un niño que nace del interior de un melocotón gigante que sus padres adoptivos encuentran flotando en un río. De ahí su nombre: momo (桃, durazno o melocotón) y taro (nombre con el que se define a un varon).


Al crecer el personaje principal, se convierte en un gran héroe cuando decide recuperar un tesoro que está en Onigashima (la isla de los demonios). En su camino se encuentra con varios animales, un faisán, un perro y un mono que gracias a la generosidad que muestra el muchacho con ellos, se le unen en su travesía. Viaja a una isla habitada por demonios, acaba con ellos y salva a los lugareños de sus fechorías.

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